“Pienso que
no todo el mundo está dormido y en ese sentido esto sí creo que esto es un
sacudón. No hay nada peor que no saber lo que está pasando y sentir que se
pierde el control.”
Cuando me enteré de las intenciones de publicar
este libro me sentí más que emocionada. Me alegra muchísimo que las editoriales
apuesten a la literatura argentina, sobre todo en el género juvenil, que no es
algo que se vea todos los días. Sin embargo, con todo el dolor de mi corazón, y a pesar de que la
historia tiene algunos puntos destacables, Última Generación no cumplió con
esas expectativas que tenía.
Aunque pueda decirse que la trama no es algo que ya
no hayamos leído, yo creo que tiene mucho potencial. La novela se desarrolla en
un futuro más bien próximo, con una sociedad completamente dominada por el
gobierno de turno: “La Central”.
Desde su nacimiento, cada ciudadano lleva implantado un microchip en el pulgar
(Lex), que le permite al gobierno estar al tanto de todos y cada uno de sus movimientos.
El control es absoluto, y no hay fallas en el sistema. O al menos, eso es lo
que ellos creen. Tras las pruebas con los primeros ciudadanos, y la pérdida de
muchos miembros de esa “generación cero”, algunos padres decidieron no “lexar”
a sus hijos, convirtiéndolos así en “outsas”; personas sin Lex, que deben vivir
escondidos, evitando que el gobierno los descubra. León, nuestro protagonista,
es uno de ellos. Pero él no piensa quedarse de brazos cruzados. En sus planes
está descubrir la ubicación del periódico “El Clandestino”, dirigido por
personas que forman parte de la resistencia al poder de La Central. Con la ayuda de Milo y
Kira, León hará todo lo que esté a su alcance para terminar con el
autoritarismo reinante, y lograr que su generación de lexados sea la Última Generación.
Como dije, la idea en general me gustó. El problema
fue que sentí que, al trasladarla al papel, la autora dejó muchos espacios en
blanco. Lamentablemente no tuve la oportunidad de conocer a Agustina Caride en
el evento que organizó la editorial (ser del interior sigue apestando en lo que
a eventos se refiere), pero leyendo un poco de su biografía me enteré de que ha
escrito varios cuentos, todos con gran reconocimiento. Los capítulos de Última
Generación me parecieron un poco de eso; una sucesión de cuentos cortos, que
hubiese sido genial que cobraran sentido al final, pero que al llegar a la
última página me dejaron muchas incógnitas sin resolver. Por suerte, se trata de una bilogía, cuyo segundo tomo sale en el mes de octubre, así que todavía queda mucho por ver.
En lo que a distopías se refiere, estamos
acostumbrados a que ese mundo diatópico se nos presente con detalle durante los
primeros capítulos del libro, y realmente siento que me faltó eso. Si bien,
tarde o temprano, logré hilar las ideas y darme cuenta de las cosas que no se
explican literalmente, lo cierto es que eso me dificultó bastante la lectura.
Me hubiese gustado conocer a fondo el mundo que la autora creó en su cabeza,
porque generalmente es lo que me hace comprender la situación de los
protagonistas, y tomarles cariño. No me malinterpreten, tampoco soy fan de la
descripción absoluta, pero sí creo que no hubiese estado de más una dosis extra
de introducción a la sociedad que se nos presenta en esta historia.
Un poco por lo que acabo de mencionar, considero
que no logré conectar con los protagonistas. Terminé el libro sintiendo que
conocía poco y nada acerca de León, Milo y Kira. Es más, si me lo preguntan,
tuve más conexión con algunos personajes secundarios (tales como Deluchi o
Molteni), que mostraron más aspectos de su personalidad que los protagonistas.
La relación entre León, Milo y Kira también me pareció un poco plana, y de
nuevo me faltó descripción. Me gustó cómo se conocieron los dos chicos, pero a
partir de allí me pareció todo muy apresurado, y hasta bastante forzado.
Para terminar con las cosas que no me cerraron, y
pasar a la parte más positiva de la reseña, el final me dejó un poco contrariada.
Quizás si hubiese terminado en el hecho relevante inmediatamente anterior a los
últimos capítulos, me habría sentido más intrigada. Creo que todo lo que viene
después (sin contar el último minicapítulo), le quitó fuerza al final, al punto
de hacerme creer que me habían arrancado la otra mitad del libro.
Independientemente de todo esto, hay cosas que sí me gustaron. Como ya dije, la idea
base en general, pero también la ambientación. Aunque no lo dice textualmente,
uno es capaz de inferir, a partir de datos como el clima y la incorporación de
una tribu indígena, que esta distopía está ubicada en algún lugar de la Patagonia Argentina.
Esto me emociona tanto como el hecho de que se le de lugar a los autores
argentinos, porque siento que tenemos hermosos paisajes y mucha mística para
ofrecer.
Me llamó mucho la atención la introducción del
personaje de Kintukewun, con toda su magia y su conexión con la naturaleza, lo
cual crea un ambiente bastante interesante. Me hubiese encantado que la autora
nos diera más data referente a la tribu, y explotara la historia por ese lado,
porque me parece que ahí es donde reside la originalidad de lo que está
contando.
Confío en que el segundo libro traerá todas las
respuestas a los cabos sueltos de la historia, y que las situaciones por las
que están a punto de pasar los protagonistas logren vincularme a ellos de la
manera que me faltó en esta primera parte.